Takuu es un pequeño atolón situado en el Océano Pacífico perteneciente a Papúa Nueva Guinea.
Se compone de una cadena de pequeños islotes alrededor de una
laguna central, residiendo el groso de
su población en la pequeña isla de Nukutoa.
El atolón Takuu es de tierras muy bajas, apenas un metro de altura sobre el
nivel del mar. Los científicos pronostican que en poco tiempo, el atolón no
tendrá capacidad de albergar vida humana.
Takuu tiene alrededor de 400 habitantes, todos ellos de origen polinesio, pero con una atípica cultura polinesia.
Hay una serie de clanes en Takuu y un jefe supremo (Ariki). Todo el mundo en la isla está
íntimamente relacionado. Hay reglas estrictas acerca de como una persona puede
casarse de acuerdo con su pertenencia al clan.
Para proteger Takuu de influencias externas, el jefe Ariki prohibió la entrada de los
misioneros cristianos.
La prohibición se levantó hace
tan solo cinco años, cuando los isleños más jóvenes que habían vivido y
estudiado en Papúa Nueva Guinea regresaron a su tierra natal. Ahora ya hay
alguna iglesia establecida en Nukutoa.
Los hijos nacidos en el atolón reciben sus estudios en inglés en la escuela local hasta la finalización de la educación primaria. A partir de ese punto, los jóvenes deben de salir de la isla para completar la escuela secundaria. Debido a esto, se está contribuyendo a la disminución en número de personas que practican la religión y la cultura tradicional.
Desde 2006, un equipo de
cineastas han visitado Takuu dos
veces para rodar un documental donde se registra la cultura y la vida en la
isla y examina la posibilidad de que los habitantes tengan que trasladarse a la
parte continental de Papúa Nueva Guinea si la situación del crecimiento del mar
continúa.
La vida tradicional continúa hasta nuestros días en Takuu. Las casas son de paja, hay muy pocos árboles aparte de las palmas de coco y la calle principal sirve de espacio para las ceremonias rituales. La música es todavía parte
fundamental de la vida en Takuu.
Debido al largo período de aislamiento, muchas canciones y bailes indígenas han
sobrevivido. Muchas de esas canciones datan de la época anterior al primer
contacto europeo a mediados del siglo XIX.
La economía de Takuu se basa en la pesca y la
agricultura, aunque en los últimos años, la agricultura se ha reducido debido a
las inundaciones de agua salada por las subidas del mar.
Los isleños se han visto
obligados en ocasiones en recurrir a la ayuda del gobierno de Papúa Nueva Guinea.
En el año 2001 y debido a una
avería en el barco de suministro a la isla, la comunidad se enfrentó a una
época de grandes privaciones y hambre.
A principios de 2006, un
ciclón devastó Takuu y dejó a sus
habitantes en una situación comprometida. No ayudó la serie de inundaciones
acontecidas en 2008, cuando las casas quedaron arrasadas.
Los misioneros y los investigadores tienen completamente prohibido poner un solo pie sobre esta isla: los habitantes de Takuu quieren permanecer leales a los suyos y sus creencias. Necesitan la cercanía de los espíritus, quienes hace tiempo levantaron este atolón con los huesos del océano y de los antepasados y que desde entonces protegen la isla, este frágil anillo de arena que se alza apenas un metro por encima de la superficie del mar.
Las mareas ascienden, el
viento no deja de soplar y la isla se está hundiendo. Después de cada tormenta
la playa ha menguado, el mar engulle trozos enteros de tierra por la noche. La
culpa la tienen la fricción de las placas tectónicas en constante movimiento y
el cambio climático. El mar se adentra cada vez más en la tierra, anega las
raíces de los palmerales y sala las aguas subterráneas, tanto que las plantas
de ñame se marchitan y no hay comida suficiente para saciar el hambre de los
isleños.
Los ancianos no creen que Takuu se vaya a hundir y se niegan a
abandonar la isla, intentan construir diques, amalgaman raíces, arenisca y
piedras para formar masas fangosas y compactas que depositan en las orillas más
amenazadas por el mar; también rezan a los espíritus y piden ayuda a los
antepasados.
Los jóvenes no se paran a
pensar, ni en el futuro ni en el pasado, y día tras día beben leche de coco
fermentada por el sol. De las ramas de los árboles cuelgan innumerables botellas
de plástico para producir el licor.
Takuu se hundirá, en un mes, en un año. (Atlas de Islas Remotas, de Judith Schalansky)
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