Tristán de Acuña está situada en el Océano Atlántico Sur y pertenece a Reino Unido. La isla es parte del archipiélago del mismo nombre, junto a las islas Inaccesible y Nightingale, ambas deshabitadas. La isla de Tristán de Acuña es el lugar más alejado de cualquier otro lugar habitado de la Tierra. Se encuentra a 2.173 kilómetros del siguiente lugar habitado (la isla de Santa Elena), a 2.816 kilómetros de Sudáfrica y a 3.360 kilómetros de Sudamérica.
La isla es de origen volcánico
y está rodeada por acantilados de más de 600 metros de altura. Su pico más alto
es el Queen Mary, un volcán de 2062 metros de altitud.
El 40% del territorio del
archipiélago está protegido como reserva de la naturaleza y algunos islotes
están declarados como Patrimonio de la Humanidad.
Situación de la isla de Tristán de Acuña
Datos estadísticos:
Superficie - 98 Km²
Población - 275 habitantes (datos de 2009)
Densidad - 1,35 hab/km²
Capital - Edimburgo de los siete mares
Bandera de Tristán de Acuña
Tristán de Acuña desde el satélite
Imagen del pico Queen Mary
UN POCO DE HISTORIA
La isla fue descubierta en
1506 por el navegante portugués Tristâo da Cunha pero no sería hasta principios
del siglo XIX cuando empezó a estar habitada de manera estable.
La isla fue anexionada por la
Corona Británica en 1816 para que el archipiélago no fuera utilizado por los
franceses como base para la operación de rescate de Napoleón, confinado en la
isla de Santa Elena.
Durante los siglos XVII y
XVIII los gobiernos de Francia y Holanda consideraron la posibilidad de poseer
la isla pero desistieron al comprobar lo difícil que resultaba por su geografía
amarrar la flota.
La isla sería usada como base
por los balleneros y cazadores de focas, principalmente de Estados Unidos. De
allí provienen los primeros colonos de principios del siglo XIX.
En 1855 se abatió sobre la
isla una gran tragedia: se perdió el bote salvavidas de la isla con la práctica
totalidad de los varones. La población de la isla quedó con 92 personas, con 13
viudas y únicamente dos varones adultos: Peter Green, de 77 años y Andrew
Hagan, de 69.
En 1961 una erupción volcánica
provocó la evacuación de la población a Reino Unido. Los que regresaron en 1963
vieron como sus casas habían sido saqueadas por los piratas.
En 2001 un ciclón tropical
alcanzó la isla causando numerosos destrozos.
En 2008 hubo un incendio en la fábrica de pescado lo que originó una gran pérdida económica para la isla.
Mapa de Tristán de Acuña de 1937
Edimburgo de los siete mares
LA VIDA EN LA ISLA
En la capital y único
asentamiento de la isla existe una tienda de ultramarinos, una emisora local de
radio, una cafetería, un pub, un videoclub, un campo de fútbol, un campo de
golf, una piscina y una pista de tenis. La conexión con el mundo exterior se mantiene
a través de teléfono/fax vía satélite y últimamente se está mejorando la
conexión a internet.
La televisión les llegó en
2001, más tarde que Internet. La telemedicina y la teleeducación son la
esperanza de sus habitantes.
En la isla no hay aeropuerto.
La única forma de llegar es en barco. El buque RMS Saint Helena trae consigo
productos, medicinas, libros y correo una vez al año.
Para
urgencias médicas se trasladan a los enfermos hasta Ciudad del Cabo
(Sudáfrica). Hay médicos de cabecera, dentistas y otros especialistas que
acuden a la isla durante días para comprobar la salud de la población.
Leon Glass fundó el Tristan da
Cunha FC en 2005. Propuso a algunos de los jóvenes formar un equipo para jugar
contra las tripulaciones de los barcos que pasan por aquí. Les gustó la idea y
la compañía conservera local se interesó en ser el sponsor del equipo.
El equipo derrotó 10-5 al
combinado internacional Salvage XI formado por las tripulaciones de dos barcos.
CURIOSIDADES
Las especiales características
demográficas de sus habitantes debido a su aislamiento, hacen que el estudio de
la población de la isla sea muy interesante. Aunque algunos jóvenes se marchan
de la isla, los matrimonios entre los propios habitantes son la norma, lo que
hace que sólo haya ocho apellidos diferentes en la isla: Glass, Green, Hagan,
Laverello, Repetto, Rogers, Swain y Patterson, repartidos en 80 familias, lo
que ha proporcionado un perfil genético con una mayor frecuencia de
determinadas patologías como el asma y el glaucoma.
Por el contrario, otras
enfermedades comunes en el resto del mundo, como los resfriados, no existen
salvo como consecuencia de la visita de algún visitante.
En la isla se consume un
número bastante elevado de botellas de whisky. En 1993 y 1994, cada individuo
bebió el equivalente a casi 50 botellas de whisky de media por año.
LITERATURA Y CINE
La isla de Tristán de Acuña
fue citada por Edgar Allan Poe (Estados Unidos, 1809-1849) en su libro
"Las aventuras de Arthur Gordon Pym".
Así mismo, Julio Verne
(Francia, 1828-1905) la nombra en su novela "Un capitán de quince
años", la primera vez que divisan tierra al final de su largo viaje.
También lo haría en su libro "La esfinge de los hielos".
Emilio Salgari (Italia,
1862-1911) utiliza el islote Inaccesible del archipiélago de Tristán de Acuña
en varios capítulos de su novela "El rey del aire".
Herve Bazin (Francia,
1911-1996) escribió en 1977 "Tristan da Cunha, la isla de la
desolación". Describe el fascinante mundo de esta desolada isla del Atlántico, la ruda vida de sus habitantes que, habiendo abandonado la isla por
una erupción, volvieron cuando el cráter aún humeaba, rechazando la vida fácil
de la civilización.
37°4 S es un cortometraje de
Adriano Valerio que fue Mención Especial del Jurado en el Festival de Cannes
2013.
Nick y Anne, dos adolescentes,
se conocen desde su nacimiento y son amantes desde la infancia en esta pequeña
isla en medio del Océano Atlántico. Pero Anne ha tomado una decisión: va a ir a
estudiar a Inglaterra, a 6.152 millas de Tristán de Acuña.
Sello de Tristán de Acuña
Sello de Tristán de Acuña
CRÓNICAS DE TRISTÁN DE ACUÑA
Las rebeliones estallan en los
barcos, las utopías se persiguen en las islas.
Creer que otro mundo es
posible es un modo de consolarse ante la triste realidad; de nada más que esto
tratan los dos libros que van a estar sin excepción en todas las bibliotecas de
los burgueses ilustrados que se aprecien de serlo: La Biblia y La Isla
Felsenburg.
Aunque el paraíso terrenal
esté lejos, el reino de los cielos resulta más alcanzable que esta isla
literaria, situada, según su autor, Julian Schnabel, al sur del Atlántico.
Felsenburg es una irrefutable república donde sólo viven hombres justos, el
modelo de un mundo mejor; la ley que rige esta tierra de cimas nevadas es
sencilla aunque osada: todos sus habitantes son iguales, todo pertenece a todos
y prevalece un sistema de patriarcado irrefutable. Todos los matrimonios son
monógamos y felices. Las nueve tribus que habitan allí se intercambian víveres;
árboles frutales y viñedos crecen por doquier. En el interior de la isla hay
túneles secretos que conducen hasta grutas submarinas y hay una cascada. Sólo
se permite que permanezcan en la isla buenas personas; los recién llegados son
seleccionados de un modo muy especial: cada vez que hay un naufragio, los que
hayan tenido mal comportamiento en tierra firme y no se arrepientan se ahogarán
en las aguas amargas del mar; pero las buenas personas que logren llegar vivos
a la isla y quieran permanecer allí deberán narrar su vida, como si fuera la
historia de un extraño. Los buenos narradores son siempre los mejores
utopistas. Entonces, se les dará la oportunidad de un nuevo comienzo, de sentar
las bases para una vida mejor; un nuevo yo es siempre posible.
Quien necesita Felsenburg, piensa Arno Schimidt, quien está
convencido de haber logrado una vida mejor en Tristán de Acuña. Es esta isla,
cien años después de la publicación de la novela de Schnabel, vivió el
patriarca William Glass con sus seguidores, en el modesto estado microcomunista
de Tristán, tal y como Schnabel había augurado. Arno Schmidt desearía
convertirse en mejor persona en Felsenburg, pero también querría poseer un
pedazo de tierra de esa isla lejana: ¿Acaso
no podrían concederme el derecho de establecerme alli como colono, a mí, un
hombre que viene de muy lejos y que está vivamente interesado en esta isla? ¿No
podría tener unos veinte acres, junto a la modesta estación de radio, y una
pequeña chabola hecha de latas? Yo mismo pongo el dinero para la travesía.
Pero Schmidt permanece en su páramo. En Tristán de Acuña no crecen viñedos, y
la isla Felsenburg todavía no ha sido dibujada en ningún mapa. (Atlas de Islas
Remotas, de Judith Schalansky).
Edimburgo de los siete mares
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